martes, 27 de diciembre de 2016

El futuro a nuestras espaldas

El futuro a nuestra espaldas.



Esta última semana es especial, para nosotros, ha pasado la Navidad la rememoración del Nacimiento, la renovación de la esperanza, de un mundo mejor, más justo para todos. 
Y nos acercamos a un nuevo año donde nuestros deseos son que la gente comprenda que un mundo más justo necesita de todos, pero fundamentalmente de nuestros guías, nuestros mayores, nuestro pasado.



Al no saber cómo “llenar” nuestras acostumbradas agendas y noticias semanales, en una semana de pocas actividades y rodeado de noticias de conflictos e inseguridades en el mundo, en nuestra comunidad sudamericana y en nuestro país, primero me dirigí a leer el mensaje de Navidad de nuestro Papa Francisco, para tratar de buscar en el las palabras que orientaran mis pensamientos.


Francisco habla de la renovación de la esperanza basada en el amor “El poder de un Niño, Hijo de Dios y de María, no es el poder de este mundo, basado en la fuerza y en la riqueza, es el poder del amor. 
Es el poder que creó el cielo y la tierra, que da vida a cada criatura: a los minerales, a las plantas, a los animales; es la fuerza que atrae al hombre y a la mujer, y hace de ellos una sola carne, una sola existencia; es el poder que regenera la vida, que perdona las culpas, reconcilia a los enemigos, transforma el mal en bien. 
Es el poder de Dios. 
Este poder del amor ha llevado a Jesucristo a despojarse de su gloria y a hacerse hombre; y lo conducirá a dar la vida en la cruz y a resucitar de entre los muertos. Es el poder del servicio, que instaura en el mundo el reino de Dios, reino de justicia y de paz”.

Y pide por los que sufren guerras y abandonos, pide por los que sufren en Siria, en Alepo, pide porque es necesario que en Tierra Santa, Israelíes y Palestinos dejen de lado odios y venganzas y avancen a un futuro en común, pide por Irak, Libia, Yemen, donde las poblaciones sufren la guerra y brutales acciones terroristas, pide paz a los hombres y mujeres en las diferentes regiones de África, particularmente en Nigeria, donde el terrorismo fundamentalista explota también a los niños para perpetrar el horror y la muerte, pide por las poblaciones en conflictos en diversas partes del mundo, por los emigrantes y refugiados.

“Paz a los pueblos que sufren por las ambiciones económicas de unos pocos y la avaricia voraz del dios dinero que lleva a la esclavitud. 
Paz a los que están marcados por el malestar social y económico”

Termina su Mensaje de Navidad con

“Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”: es el “Príncipe de la paz”. Acojámoslo.

Y después de la bendición, nos invita a contemplar al Niño Jesús como renovación de la esperanza.

Esto me hace pensar y mirar de frente al pasado, para comprender como poder transformar nuestro futuro.


Al leer los habituales comentarios y mensajes que aparecen, en mi “muro” de Facebook, fije mi atención en uno que hablaba de la particular concepción de pasado y futuro de los Aymara, este pueblo que habita el altiplano de América del Sur desde más de 15000 años AC, seguramente lo hice porque mi abuela Paz Saravia y sus descendientes llevamos en nuestra sangre y en nuestra mente una parte importante de esta cultura.


Los Aymara relacionan el pasado y el futuro con lo que ven, con la visión, es por eso que, a diferencia de las demás culturas, el pasado está al frente y el futuro a sus espaldas.






Al frente esta nuestro pasado, que conocemos, de donde aprendemos para transformar nuestro futuro, que está detrás, porque no lo conocemos todavía, no lo vemos, solo lo podemos imaginar.

Imaginemos todos un Mundo mejor y trabajemos para ello.

Este es mi deseo en esta Navidad y en un Nuevo Año




Hace una semana estuve en un evento de arte, Petite Montmartre, en donde un grupo de artistas plásticos trabajaban y ofrecían sus obras en  la calle, en una plaza del barrio de la Recoleta.
Mi atención se fijo entre varias obras en una pequeña pintura de un niño, probablemente Aymara, 



lo compre y lo tengo en casa, 

¿hacia donde mira? 
es un niño todavía, tiene muy poco pasado, 

por eso seguramente esté comenzando a imaginar el futuro.